Es posible que haya seres que despunten en algo. El guepardo es un mamífero extremadamente rápido, el cuervo es un ave que aprende muy deprisa y los roedores se reproducen de un modo alarmante, pero ni el guepardo es capaz de aguantar mucho tiempo en plena carrera, ni el cuervo puede suplir su falta de habilidad manual, ni los roedores pueden evitar tener una gran mortalidad infantil en sus filas. Nada en este mundo puede superar ciertos límites que nos marca una mediocridad inherente al mismo.
Si contemplamos una cualidad, la que sea, por sí sola, cometemos el error de entender que el objeto de estudio se caracteriza únicamente por esa cualidad. Las habilidades de los sujetos y las capacidades de los objetos, deben entenderse como formando parte de un conjunto superior de seres y cosas que pertenecen a su vez a otro conjunto superior que es el propio universo. Y las leyes de este universo nos atañen a todos por igual.
El universo es aburrido en su mediocridad. Las estrellas queman hidrógeno y forman helio durante cientos, miles de millones de años quizá, para tener un instante de gloria final en el que formarán todos los demás elementos. Y estos elementos raramente crean objetos interesantes o curiosos. Lo normal es que tiendan a la estabilidad, creando minerales que duren mucho tiempo, pero sin cambiar. Sólo un elemento de entre todos los de la tabla periódica es capaz de crear complejas combinaciones de sí mismo y solamente unas pocas de esas combinaciones terminan por reproducirse, evolucionar y desarrollar nuevos organismos. Por lo general, la tendencia innata en nuestro universo es a volverse aburrido, a no tener detalles ocultos y a permanecer ahí por el tiempo que se pueda.
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